Tras 100 días del asesinato contra dos jesuitas y un guía de turistas en Chihuahua, “intereses ocultos” mantienen en impunidad el caso, asegura el sacerdote que por casi 50 años ha radicado en la Sierra Tarahumara
“Me meto corriendo y cuando entro, lo primero que miro, a un chavalo con la pistola en la mano”.
Comenta que lo regañó por lo que había hecho y entonces revisó los cuerpos para ver si tenían aún signos vitales y solo confirmó que habían fallecido.
“En eso volteo para arriba y el cura estaba sonriendo. Me dio coraje verlo reír”, expuso.
Posteriormente el supuesto homicida, amenazante, le advirtió que se retirara del lugar o terminaría mal la cosa. “Él traía la pistola en la mano y por eso me retiro”.
“Me dicen en el gobierno: va para allá un operativo. Los operativos no bastan, no sirven. Es como soplarle a las moscas para espantarlas de un pastel. Uno se da la media vuelta y las moscas regresan. Un operativo no sirve si no se arropa el territorio, si no se le protege. En cuanto se retira el operativo, los delincuentes regresan a ocupar el espacio. Me llaman las autoridades y me dicen que ya todo está tranquilo. Y no es verdad”, deplora.
El vicario de la Diócesis de la Sierra Tarahumara, Héctor Fernando Martínez Espinosa, criticó la desatención de la gobernadora de Chihuahua, María Eugenia Campos, a la situación que se vive en la zona
“Hechos como estos no son aislados. La sierra tarahumara, como muchas otras regiones del país, enfrenta condiciones de violencia y olvido que no han sido revertidas”, comunidad jesuita en México.
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