“En Chihuahua hay una impunidad descarada”: Sacerdote por asesinato de jesuitas en Cerocahui

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Han pasado más de 100 días del asesinato de los padres jesuitas Javier Campos Morales y Joaquín César Mora Salazar, y aunque su asesino está prófugo, las cosas han cambiado en la comunidad de Cerocahui en Urique, Chihuahua. “Ya no hay militares, policías, ni guardias nacionales, el despliegue de elementos de seguridad en la región disminuyó, pero “los otros elementos”, los criminales, se desplazan con tranquilidad”. 

La impunidad es palpable en la región y el sacerdote jesuita radicado desde 1975 en la Sierra Tarahumara, Javier Pato Ávila es testigo de ella, porque no comprende cómo es que las autoridades han «pescado» a un capo como Rafael Caro Quintero, pero no pueden ubicar al homicida de los clérigos.

Más que una omisión o desinterés del gobierno, le preocupa que haya “intereses ocultos” que impiden dar con el responsable, advierte.

Pero la captura de José Noriel Portillo Gil El Chueco, señalado por las autoridades como el único autor material de los crímenes, no traerá la paz, ni el cese de impunidad ni la violencia que hace tiempo permea en la región, como en el resto del país. Para el activista la lucha no acaba ahí; mientras el gobierno le “apuesta al olvido”, por las víctimas, y un verdadero cambio en la forma de vivir, convoca a alzar la voz y ser congruentes con la responsabilidad de cada persona. 

Impunidad en el asesinato de los jesuitas, ¿Omisión o falta de interés de las autoridades? 

No creo que sea desinterés, no creo que lleguen a un nivel de deshumanización tan grande los gobiernos que no les interese los muertos, y más el nivel de difusión que tuvieron estos cuatro homicidios (…) no nada más son los dos padres, se difundió mucho porque son dos miembros de una institución internacionalmente conocida. (…) hay intereses ocultos o no clarificados, que son los que me preocupan”, dijo.

Al respecto, el padre jesuita se cuestiona el “cómo es posible que pesquen a un gran capo”, refiriéndose sin mencionarlo a Rafael Caro Quintero, detenido el 15 de julio en una localidad de Choix, Sinaloa, cercana a Cerocahui y casi un mes después del asesinato de los sacerdotes y el guía de turistas Pedro Palma. A Caro Quintero “lo habían liberado y lo volvieron a agarrar, y no pueden pescar a un delincuente de ese nivel, —en referencia a José Noriel El Chueco— Y es lo que pregunto a las autoridades, lo he preguntado al fiscal general de Chihuahua (…) ‘Ya verá padre vamos a dar resultados próximamente’. Pues no hemos sabido nada”. 

¿En esos intereses ocultos habrá contubernio?

“No tengo los datos para asegurarlo. Pero a veces a uno le dan elementos que lo hacen pensar mal, y pues para qué me dan elementos porque a veces la subjetividad resulta ser muy objetiva“. 

Respecto al papel o la perspectiva sobre las Fuerzas Armadas en la comunidad, el clérigo apuntó que “ha sido de presencia”; sin embargo, explicó que la gran cantidad de elementos de la Guardia Nacional y la Sedena que arribaron a la localidad tras los asesinatos “ha ido bajando” al grado de que ahora no está claro cuántos elementos permanecen. 

Y es nada más ahí para Cerocahui para proteger a los que quedaron vivos, pero no para buscar al que eliminó a los padres y a las otras dos personas, al guía de turistas y al otro joven. Ahí están los elementos de seguridad, pero no sé cuáles son los operativos que se han hecho, qué planes tienen de trabajo, no vemos resultados”, enfatizó. 

En contraste, denunció que los pobladores han notado que por los territorios circulan libremente “los otros elementos”, los integrantes de los grupos criminales que se desplazan por la comunidad.

Perfectamente se conoce quién es quién, ahí en la región todo mundo se conoce, entonces lógico, dicen por allá los vi pasar, por acá están en tal lugar (…) Es un territorio por donde se desplaza el otro tipo de elementos (criminales), siguen desplazándose, la gente dice aquí los seguimos viendo. Yo no los he visto, pero la gente dice ‘aquí andan padre, tranquilos’”. 

Sobre el sentir de la comunidad a más de tres meses de los hechos, Javier Ávila reconoce que “sigue habiendo mucho miedo. El miedo no se retira, sigue habiendo dolor por supuesto, esos dolores no se curan de la noche a la mañana, ni con un curita que se le embarre a uno en la herida. Sigue habiendo mucha tristeza, porque son dolores que pegan en el corazón y son los que más duelen, los que más duran”. 

Yo creo que la hemos dejado crecer o los gobiernos la han dejado crecer por el término que tanto he señalado: el país está arropado por una impunidad descarada. Porque vemos que no hay resultados, vemos que el que mata puede seguir matando, y el que mata a uno puede matar a dos, el que roba un carro puede robar dos, y el que asalta en la calle puede seguir asaltando en un horario libre”.

Ante esa realidad, insistió: “La impunidad es tan tremenda y lo repito, aunque genera mucho malestar en algunos niveles de gobierno, mi exigencia es que se revise el plan de seguridad que se está llevando en el país porque no está funcionando”

Aunque coincide con el presidente Andrés Manuel López Obrador, señalando que “indudable” hay una pérdida de valores, el sacerdote sostuvo que no se trata de un problema reciente, pues aseguró que en el país “hemos ido cayendo, ha sido un deterioro generalizado en las familias de los jóvenes, ya no hay referentes en nuestra sociedad, ya no hay líderes que realmente vemos con admiración, con respeto, que tratemos de seguir”.

Ante el hecho de que los jóvenes se vean invadidos por “antivalores muy fuertes”, el padre Javier señaló la responsabilidad del gobierno y los medios de comunicación, pero también de las iglesias. 

Cada uno desde nuestra posición personal, institucional, desde nuestra óptica sobre la realidad ¡Tenemos que actuar! No podemos dejarle todo a los gobiernos, porque ya vimos cómo nos va si les dejamos toda la responsabilidad a los gobiernos. Tenemos que actuar como sociedad”

Foto: Sacerdote Javier Ávila

¿Cuál es el papel de la Iglesia en esa encomienda? 

“Yo creo que revisar nuestro estilo de vida y el tipo de evangelización que estamos llevando, no debe ser una evangelización doctrinal nada más, a partir de exigir el cumplimiento de dogmas. Actualmente los dogmas permanecen, leyes permanecen, pero ¿las formas? Sobre todo, el testimonio de vida”.

Y abundó: “Nosotros tenemos que ser más voz de los que no se animan a gritar, tenemos que ser pies de los que no se animan a avanzar, tenemos que ser testimonio de una vida comprometida con el pueblo, con la verdad, con la justicia y la paz. Un poco, y un mucho, vivir al estilo de Jesús de Nazaret, él nunca se calló, pero fue muy congruente con su estilo de vida”. 

Consciente de que el asesinato de los sacerdotes Javier y Joaquín sólo “prendió los reflectores de una realidad muy trágica”, Javier Ávila descartó que la eventual captura de El Chueco signifique que se acabe la impunidad, pues aseguró que esos reflectores deben iluminar a “miles de muertos por los que nadie grita”, pero también para aquellos delincuentes y responsables de esas muertes “que siguen en el limbo”. 

Por eso convocó. “Hay que seguir luchando y hay que seguir exigiendo que se acabe la impunidad. Somos tan limitados como personas humanas que no se va a acabar, pero que bajen, que le bajen tantito y no se pongan a chiflar y se volteen para otro lado frente a tanto muerto”

Foto: Sacerdote Javier Ávila