Los inversores han apretado el botón de pánico ante la posible entrada en recesión de la economía de Estados Unidos, lo que ha deparado una sesión de fuertes pérdidas en los parqués de todo el mundo. En Europa, el Euro Stoxx 50 ha retrocedido un 1,4% mientras que el Ibex 35, principal índice de la Bolsa, ha llegado a caer un 3% para suavizar los números rojos hasta el 2,3% en el cierre, con sus 35 componentes en rojo, en su peor jornada desde la crisis de Credit Suisse en marzo de 2023. En Estados Unidos, Wall Street ha comenzado la semana con pérdidas de hasta el 6% en el Nasdaq Composite, una caída que ha moderado hasta el 3,4% tras conocer un dato mejor de lo esperado de la evolución del sector servicios que ha tranquilizado a los más analistas agoreros. El Dow Jones se ha dejado un 2,6% y el S&P 500 un 3%. Pero el detonante de las caídas ha sido el histórico desplome de la Bolsa japonesa: el índice Nikkei se ha hundido un 12,4% en la que se ha convertido en su peor jornada desde 1987.
El inicio de esta tormenta, con todo, se activó el pasado viernes con la publicación de un débil dato de empleo en EE UU. En julio el país creó 114.000 puestos de trabajo, por debajo de los 175.000 que esperaba el mercado, y aumentó en dos décimas la tasa de paro, hasta el 4,3%. Dos cifras que suponen un jarro de agua fría para unos inversores que confiaban en la fortaleza de la primera economía mundial, que podía capear los altos tipos de interés sin entrar en recesión. Ahora los mismos inversores temen que la decisión de la Reserva Federal de mantener las tasas de interés hasta septiembre (como sugirió su presidente, Jerome Powell, en la reunión de julio) agrave el enfriamiento económico, tanto que hay quienes llegan a estimar necesaria una intervención previa. Sin embargo, la lectura del indicador del ISM del sector servicios, que en julio avanzó hasta el 51,4 desde el 48,8 del mes anterior, motivó este lunes que los analistas calmaran sus peores temores. Los estrategas de ING comentan que “la situación parece aceptable, con una economía en crecimiento, creación de empleo y una inflación por encima del objetivo”.
Como es habitual en los mercados, la caída llega sobre un terreno ya abonado: las fuertes valoraciones a las que cotizan las grandes empresas tecnológicas, que han protagonizado (de forma a veces monopolística) las alzas de Wall Street. Los denominados siete magníficos —Nvidia, Alphabet, Microsoft, Apple, Meta, Amazon y Tesla— lideraron las alzas en 2023 y han continuado también su rally en los siete primeros meses ante el furor que despierta la inteligencia artificial. Sin embargo, los elevados niveles a los que cotizan también han sembrado dudas, toda vez que los resultados no han estado a la altura de las previsiones en algunas compañías. Desde UBS explican que “el viento de cola de la IA ha comenzado a flaquear a medida que los inversores han comenzado a perder la paciencia en los plazos de monetización de las inversiones”. Aun así, consideran que “no hay indicios de que las empresas se estén echando atrás en sus planes de inversión” y apuntan a que los inversores han aprovechado para acelerar la rotación de sus carteras hacia valores defensivos.
En la gestora MFS Investment Management, su gestor de carteras y estrategia de inversión Rob Almeida, añade otra motivación para los recortes: “Aunque los beneficios o las ganancias aún no se han desplomado, los mercados lo descuentan antes de que ocurra mediante pruebas tangenciales, que es quizá lo que ha ocurrido”. Al cierre de la jornada en Europa, las caídas de las Bolsas se limitaron, con el Euro Stoxx 50 dejándose un 1,4% por el castigo a cotizadas energéticas e inmobiliarias, mientras que el Ibex 35, el principal selectivo de la Bolsa española, ha retrocedido un 2,3% en la que es su mayor caída desde marzo de 2023.
Junto al optimismo tecnológico y la fortaleza de la economía de Estados Unidos se ha desatado este año un exceso de confianza: el llamado índice del miedo, el Vix, que mide lo que pagan los inversores por protegerse del riesgo de caídas en Wall Street, ha cotizado en niveles históricamente muy bajos. El indicador ha llegado a dispararse hasta 42 puntos, nivel no visto desde la pandemia de 2020.
Los estrategas de Citi reconocen que en las últimas semanas “habíamos observado un aumento de los riesgos de un aterrizaje brusco, ya que nuestros economistas creían que la regla de Sahm [teoría que predice una recesión cuando la tasa de desempleo promedio de EE UU de los últimos tres meses supera en 0,5 puntos porcentuales a su mínimo de los últimos 12 meses] podría activarse pronto. En este caso, resulta que deberíamos habernos preocupado menos por las elecciones y más por los crecientes riesgos de un aterrizaje forzoso, lo que implica que deberíamos haber reducido aún más el riesgo de renta variable”.
“Nuestra hipótesis de trabajo sigue siendo la de un crecimiento más lento pero sólido en la segunda mitad del año, con un riesgo limitado de recesión en los próximos 12 meses. Aunque el mercado de renta variable lleva ya algún tiempo dando muestras de nerviosismo, no fue hasta la semana pasada cuando el mercado de renta fija mostró movimientos decisivos”, comenta Dario Messi, responsable de investigación de renta fija de Julius Baer.
El radical cambio de sentimiento ha llegado, además, en agosto, un mes en el que bajan con fuerza los niveles de negociación de las Bolsas, por lo que es más sencillo que se produzcan grandes oscilaciones aunque se mueva menos dinero. La fuerte caída de la Bolsa japonesa, por su parte, obedece a la subida del yen en las últimas jornadas, después de que el Banco de Japón subiera los tipos de interés el pasado 31 de julio. El alza de la divisa, que ha ganado un 13% contra el dólar, ha castigado a los inversores que se endeudaban en yenes para invertir en activos de Europa y Estados Unidos, aprovechando el diferencial de tipos de interés. Las pérdidas en esta estrategia, denominada carry trade, han obligado a estos grandes inversores a reducir sus posiciones de riesgo, arrastrando en su caída a los inversores minoristas nipones y despertando los fantasmas de una gran tormenta financiera en el resto del mundo. El yen, de hecho, ha marcado este lunes una caída de más del 2%.
Estos temores ya están provocando cambios en las expectativas económicas: por un lado, se ha disparado la probabilidad de que la Fed se vea obligada a realizar en septiembre un recorte de las tasas mayor de lo previsto. Las firmas de análisis estiman que, de mantenerse la debilidad del mercado laboral de EE UU en agosto, la Fed podría verse obligada a acelerar las rebajas de tipos para evitar la recesión. En solo unas jornadas, el consenso de los analistas ha pasado de ver dos recortes de 25 puntos básicos en 2024 en las tasas rectoras de la Fed a calcular incluso tres descensos, de 50 puntos básicos cada uno, en las citas de septiembre, noviembre y diciembre. Ahora bien, hay bancos como Goldman Sachs que consideran que la debilidad mostrada por el empleo en julio podría corregirse en agosto, de ahí que sigan manteniendo como escenario principal una rebaja de tipos de 25 puntos básicos en septiembre.
En paralelo, el dinero está huyendo de la renta variable para entrar en deuda. La rentabilidad de los bonos de EE UU a diez años, que se mueve de forma inversa a su precio, cotiza ya en el 3,7%, niveles no vistos desde mayo de 2023. A las caídas de las Bolsas está sumando además la corrección de los criptoactivos. El bitcoin ha llegado a cotizar por debajo de los 49.000 dólares y acumula un recorte del 10% en la jornada, mientras que el ether cae otro 15%. En un momento en el que los inversores ven ya en septiembre el inicio de los recortes de las tasas, el dinero empieza a salir de activos con más riesgo —como los criptos o la Bolsa— y entra en bonos y fondos monetarios. Tampoco se libra el mercado de materias primas, con el Brent cotizando en mínimos de 2023.